lunes, 18 de junio de 2012

La necesidad del pragmatismo



El diagnostico es unívoco, estamos mal y podemos estar aún peor. Son pocos quienes difieren de la posición general. Es necesario cambiar, poner un alto y repensar hacia donde vamos.  En momentos así, de emergencia e inestabilidad, es necesario e impostergable tomar partido, hay que dejar a un lado, siquiera por un momento, los intereses personales y someterlos a lo colectivo.

A 13 días de las elecciones del primero de Julio las opciones con posibilidades reales de ganar se han reducido a dos, el candidato priísta, Enrique Peña Nieto, y el tabasqueño, postulado por la coalición Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador. La candidata oficialista he terminado por desfondarse, lo corroboran las últimas encuestas que buscan darle una última bocanada de aire, que la coloque de nuevo en la pelea, a pesar de su grisura y el pesado lastre que representa el gobierno desastroso de Felipe Calderón, a pesar de que ella diga ser ¨diferente¨.

Ambos candidatos son criticables, con defectos y virtudes, pero lo que ellos representan, o dicen representar, es totalmente distinto, el uno del otro. El priísta es joven, algunos dicen que es apuesto, guapo, con un carisma sin par, pero su partido representa el lado más oscuro del autoritarismo de antaño, de la represión a jóvenes y campesinos, basta recordar Acteal, Aguas Blancas, la matanza del Jueves de Corpus del 71, el llamado halconazo, y la del 68, en la plaza de la tres culturas de Tlatelolco, todas ellas representan un pasado doloroso. 

Podría argumentar que proviene de un nuevo PRI, que es la redención del partido ante la sociedad, a la que nunca ha pedido perdón por lo sucedido, pero su actuación como gobernador dejo ver que para él, la violencia es un método valido, por encima incluso, de la negociación y el concilio. Que los abusos cometidos en Atenco, 47 mujeres violadas y dos jóvenes muertos, por decir lo menos, son simples errores por los que nadie ha sido castigado, ni los autores materiales y mucho menos los intelectuales, los que se encargaron de dar la orden.

Por otro lado está el tabasqueño, el que, como él dice, está aflojado en terraceria, el más viejo de los cuatro candidatos, de 58 años ya. El ex - priísta propone un ¨cambio verdadero¨, uno que fomente el crecimiento económico y que ataque a la corrupción, cáncer lacerante para el país, erradicarla, como se barre las escaleras, de arriba para abajo, porque él sí tiene, calidad moral para hacerlo.

Hace doce años, los priístas de base, y los de la cupula también, votaron para evitar que AMLO llegase a la presidencia, en la actualidad los panistas, junto con los indecisos, tienen en sus manos la decisión de optar por una regresión en el tiempo y en las ideas ó dar la oportunidad a un proyecto nuevo. 

Así, el pragmatismo se posiciona en el centro del debate, México y sus ciudadanos tienen que ponderar, de ganar EPN habría continuidad, paliativos a corto plazo, de esos que encubren los síntomas pero que no matan la enfermedad, y la segura impunidad para personajes ampliamente cuestionados, como Moreira, Marín y Ulises Ruiz, se daría carta blanca, de manera implícita, al saqueo de los recursos del país, a la complicidad entre política y crimen. 

El otro propone atacar, las que él cree, las causas del delito, la pobreza y la falta de oportunidades. Brindar apoyos a quienes menos ganan, y que esto no se vea como un regalo, sino como una inversión para evitar la violencia. Promover la educación, brindar empleo a los jóvenes, ir a por ellos antes de que otros lo hagan.


Uno y otro representan cosas distintas, un camino ya andado, y otro nuevo, desconocido, pero no por eso peligroso y dañino. Apostar por un cambio, por poner un alto, es una necesidad imperante, impostergable y necesaria. No es momento de voltear atrás y añorar glorias deslucidas sino de avanzar, todos juntos, como nación, a un mejor puerto.


El país no aguanta más la desigualdad e inseguridad galopante, basta caminar por las calles de Acapulco, Monterrey y demás ciudades azotadas por la violencia, hay que repensar a México. Se necesita pensar que México, como nación, como colectivo, está en al borde del abismo, hay que poner un alto y, creo yo, apostar por un camino del todo nuevo.








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