lunes, 4 de junio de 2012

Dos veces Milenio y una La Jornada


Después de un periodo de diversión es necesario volver a la realidad, por más dura y enfermiza que ésta sea. Se tiene que bajar de la nube para volver a pisar la tierra.

El fin de semana fue provechoso, comida que puso un alto a la monotonía culinaria, nuevos sabores y texturas que, a través de la lengua, te hacen saber que aún estás vivo, que aún puedes sentir cosas nuevas a pesar de la edad.
Salir a comprar el periódico en lunes es un derecho que raya en obligación, es menester hacerlo. Y así lo hice, me levante temprano y salí en busca de él, tome camino al quiosco de siempre pero estaba cerrado, ahora que recuerdo, en los ` últimos días no lo he visto abierto.

Tuve que ir al Sanborns cercano, entre y fuí directo a la zona de libros y revistas, me acerque al mueble, cogí La Jornada y me enfile a la caja para pagar. Delante de mi, formado también, estaba un señor trajeado, no tan mayor, tal vez rebasaba los treintas, con un ejemplar de Milenio Diario, luego estaba yo y tras de mi se apostó otro señor, este rozaba los cincuenta años, con otro ejemplar de Milenio. Menuda imagen dibujábamos los tres.
Cuando el primer señor y yo hicimos conciencia de tal situación decidimos mostrar las armas, ambos pusimos las respectivas fuentes de información sobre el mostrador de perfumería, buscando que cada una quedara a la vista del otro, encabezado contra encabezado, esgrimiendo un leve sonrisa.
Las diferencias eran obvias, tanto en el encabezado como entre nosotros, empresario exitoso contra comunista trasnochado, la consumación de un proyecto contra uno en pleno desarrollo, dos formas de ver la realidad. Dos formas de pensar a México.
La cajera nos cobro y ambos tomamos caminos diferentes, él a la cafetería, yo a mi casa a preparar el desayuno, durante el encuentro nadie hablo, todas las miradas eran de reojo, el contacto sólo fue informativo, una breve pugna de maneras de concebir al país, dos grupos sociales confrontados en una disputa de plumas y enfoques.
Ambos nos fuimos con el pecho inflado, como vencedores de la pugna silenciosa, esperando haber mostrado al otro cuán equivocado esta, esperando haber influido un poquito, mostrando al otro la unívoca verdad de nuestra realidad, la que compartimos, los dos, como mexicanos.



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