martes, 16 de octubre de 2012

Entre dos amores


Entrar a la Universidad es encausar el pensamiento, limitarlo, constreñirlo, domesticar la imaginación. 

Ya sea en la Facultad o en la Escuela se nos enseña qué pensar y cómo pensar lo aprendido. En las llamadas Ciencias Sociales el manejo conceptual es de suma importancia, saber hilar un concepto con otro es básico, como ágil malabarista retórico se realizan suertes de todo tipo, se matiza, se totaliza o se relativiza, según sea el caso.

En mi experiencia, la Universidad es un periodo de castidad literaria, me restrinjo a lecturas de corte académico para no caer en tentación, los cuentos están prohibidos, la palabra ¨novela¨ no se menciona, todo para entrar en un periodo de latencia, una espera que se cada día se acorta pero que se vuelve más insoportable. Quisiera volar.

Hojeo la novela como quien toca lo prohibido, el placer se vuelve culpable, mis ojos pasan por las letras sin leer, sin comprender, sin pretender hacerlo. Se llama abstinencia y para quien dice haber nacido para leer y escribir, es un martirio.

¿Por qué escribo esto? tal vez para desahogarme, para gritar que no soy pleno, que no me siento contento, feliz, con lo que hago, que no es lo mío, que me gusta, sí, pero no aspiro a serlo toda mi vida. Sin embargo seguiré aquí, en el camino, aprendiendo un poquito más, esperando algún día copar el vaso y decidir, por fin, desbordar el río creativo.




viernes, 5 de octubre de 2012

Crónicas


El 2 de Octubre de 1968 Andrés tenía que trabajar. Al día siguiente fue despedido, su patrón le dijo que no quería problemas con el gobierno, tener estudiantes empleados sería contraproducente, el estigma que caía sobre ellos, revoltosos y rojillos, era ya demasiado fuerte.

A partir de ese momento Andrés asiste a todas las marchas que puede, sobre todo aquellas relacionadas con demandas estudiantiles y campesinas. Va solo, es de los que más grita, de principio a fin va gritando, acompañando.





1, 2, 3, 5, 6, 7, y ¡8!

La cuenta regresiva se ha hechado a andar, los jovenes gritan, se impone la energia, mis pies la sienten, no puedo contenerme, es contagioso, mis viejos pies parecen caballos esperando el disparo de salida. Tomo mi maletin, lo pego contra mi pecho, volteo a ver a Gabriel, sonreímos, complices, somos uno más, en la marcha vamos todos.

¡8!

¡Bum!,  el disparo de salida, corro, los jovenes me rebasan, no importa, el aire arrecia, por un momento, vuelvo a ser joven, vuelvo a sonreír, a disfrutar corriendo.




Son tantas las voces que ya no sé qué atender, a lo escrito, lo gritado, o lo sentido.

Todas las voces exigen atención, son gritos entremezclados, ¿a quién escucho, a quién discrimino para darte espacio a ti?




Vamos en contingente todos, nos rodean los granaderos, somos el pasillo, el río que fluye, ellos son las paredes, nos contienen, sus uniformes negros nos detienen, sus rostros tostados por el sol, la mirada cansada, el cuerpo sudado, nos observan.

El contraste es evidente, ellos estoicos, nosotros corremos, gritamos, perdemos la voz, se nos escapa la voz, se materializa, se hace sonido. Marchamos, avanzamos, ellos esperan, pasamos frente a ellos, cruzamos miradas, somos, por un momento, ese momento, adversarios, nos medimos, ellos estoicos, nosotros avanzamos.

¡Policía, hermano, tu lucha es de este lado!

Después, en terreno neutral, un cajero Santander, nos encontramos, él con su uniforme, yo con mi mochila, nos identificamos, no avanzamos. La confrontación ha quedado atrás, sólo por ese momento.

Saca su cartera, en ella se ven las fotos de sus hijos, tres, todos pequeños.

Al final, él también está trabajando.