sábado, 30 de junio de 2012

Apuntes de un PejeZombie

Las campañas han llegafo a su fin y mañana es el gran día. El domingo primero de Julio ha llegado y  junto con él la decisión de elegir al proximo presidente. Quienes me conocen por redes sociales, y aquellos que me han honrado con su presencia, saben que durante las canpañas tomé partido por el candidato de la coalición Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador.

Él es un humano, con sendos defectos, como todos. Los miedos en torno a su figura se han disipado, en gran parte gracias al anuncio anticipado de su gabinete, y es actualmente el mayor lider social del país.

A lo largo de las campañas intente, por todos lo medios, incidir en la intención de voto de todas las personas que tuvieron a bien escucharme. En algunos casos la convivencia fue dura, fuí llamado pejezombie, intolerante, muchas veces fui pendejeado y otras tantas ignorado. A pesar de los inconvenientes seguí adelante, firme en mis convicciones, difundiendo en el proyecto en el que creo.

La intolerancia y, una vez más, la polarización se hicieron presentes, ocuparon el lugar de honor en la sociedad mexicana. La televisión había hecho su trabajo, el candidato priísta fue presentado, desde el 2009, como el inobjetable ganador y todos aquellos que se atrevian a allanar su camino eran llamados violentos, traumados, pobres pendejos.

Iniciaron cuatro candidatos, 2 proyectos totalmente opuestos, y terminaron dos. Los restantes han convertido sus candidaturas en meros ejercisios testimoniales. AMLO y EPN se disputan la presidencia de México, país eminentemente presidencialista, y es que en ellos está el futuro del país, como nación, y de sus recursos naturales. Simpatizantes se efrentan en redes sociales, en las calles, a golpes a veces, el movimiento #YoSoy132 es intimidado, y no es para menos, la mesa está puesta, y es para dos.

La vida da revanchas, si podemos llamarlas así, esta vez el beneficiario del voto del miedo es la izquierda, en el 2006 lo fué FCH, y es que el temor al retorno de la presidencia imperial es enorme, ciudadanos de a pie, como intelectuales y cientificos, temen un retraso en las formas de la vida política nacional de más de 50 años. El que vota por AMLO, por voto útil, vota con el miedo en la mano, sabiendo que hay que evitar que regrese el autoritarismo cínico, aquel que acepta, y se vanagloria, de la represión efectuada.

Votar por Quadri, que sólo se presento a la elección para buscar mantener los privilegios económicos de Elba Esther, o por JVM es allanar el camino a un cambio y despejarlo al pasado. En momentos como los que corren se debe ser pragmático y votar por poner un alto a la debacle, votar por AMLO.

De ganar el PRI no habrá ganado su candidato, habremos perdido nosotros, los ciudadanos. Habremos perdido todos.

lunes, 18 de junio de 2012

La necesidad del pragmatismo



El diagnostico es unívoco, estamos mal y podemos estar aún peor. Son pocos quienes difieren de la posición general. Es necesario cambiar, poner un alto y repensar hacia donde vamos.  En momentos así, de emergencia e inestabilidad, es necesario e impostergable tomar partido, hay que dejar a un lado, siquiera por un momento, los intereses personales y someterlos a lo colectivo.

A 13 días de las elecciones del primero de Julio las opciones con posibilidades reales de ganar se han reducido a dos, el candidato priísta, Enrique Peña Nieto, y el tabasqueño, postulado por la coalición Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador. La candidata oficialista he terminado por desfondarse, lo corroboran las últimas encuestas que buscan darle una última bocanada de aire, que la coloque de nuevo en la pelea, a pesar de su grisura y el pesado lastre que representa el gobierno desastroso de Felipe Calderón, a pesar de que ella diga ser ¨diferente¨.

Ambos candidatos son criticables, con defectos y virtudes, pero lo que ellos representan, o dicen representar, es totalmente distinto, el uno del otro. El priísta es joven, algunos dicen que es apuesto, guapo, con un carisma sin par, pero su partido representa el lado más oscuro del autoritarismo de antaño, de la represión a jóvenes y campesinos, basta recordar Acteal, Aguas Blancas, la matanza del Jueves de Corpus del 71, el llamado halconazo, y la del 68, en la plaza de la tres culturas de Tlatelolco, todas ellas representan un pasado doloroso. 

Podría argumentar que proviene de un nuevo PRI, que es la redención del partido ante la sociedad, a la que nunca ha pedido perdón por lo sucedido, pero su actuación como gobernador dejo ver que para él, la violencia es un método valido, por encima incluso, de la negociación y el concilio. Que los abusos cometidos en Atenco, 47 mujeres violadas y dos jóvenes muertos, por decir lo menos, son simples errores por los que nadie ha sido castigado, ni los autores materiales y mucho menos los intelectuales, los que se encargaron de dar la orden.

Por otro lado está el tabasqueño, el que, como él dice, está aflojado en terraceria, el más viejo de los cuatro candidatos, de 58 años ya. El ex - priísta propone un ¨cambio verdadero¨, uno que fomente el crecimiento económico y que ataque a la corrupción, cáncer lacerante para el país, erradicarla, como se barre las escaleras, de arriba para abajo, porque él sí tiene, calidad moral para hacerlo.

Hace doce años, los priístas de base, y los de la cupula también, votaron para evitar que AMLO llegase a la presidencia, en la actualidad los panistas, junto con los indecisos, tienen en sus manos la decisión de optar por una regresión en el tiempo y en las ideas ó dar la oportunidad a un proyecto nuevo. 

Así, el pragmatismo se posiciona en el centro del debate, México y sus ciudadanos tienen que ponderar, de ganar EPN habría continuidad, paliativos a corto plazo, de esos que encubren los síntomas pero que no matan la enfermedad, y la segura impunidad para personajes ampliamente cuestionados, como Moreira, Marín y Ulises Ruiz, se daría carta blanca, de manera implícita, al saqueo de los recursos del país, a la complicidad entre política y crimen. 

El otro propone atacar, las que él cree, las causas del delito, la pobreza y la falta de oportunidades. Brindar apoyos a quienes menos ganan, y que esto no se vea como un regalo, sino como una inversión para evitar la violencia. Promover la educación, brindar empleo a los jóvenes, ir a por ellos antes de que otros lo hagan.


Uno y otro representan cosas distintas, un camino ya andado, y otro nuevo, desconocido, pero no por eso peligroso y dañino. Apostar por un cambio, por poner un alto, es una necesidad imperante, impostergable y necesaria. No es momento de voltear atrás y añorar glorias deslucidas sino de avanzar, todos juntos, como nación, a un mejor puerto.


El país no aguanta más la desigualdad e inseguridad galopante, basta caminar por las calles de Acapulco, Monterrey y demás ciudades azotadas por la violencia, hay que repensar a México. Se necesita pensar que México, como nación, como colectivo, está en al borde del abismo, hay que poner un alto y, creo yo, apostar por un camino del todo nuevo.










En situaciones de emergencia, como la actual, es indispensable tomar partido. No se puede permanecer ¨apático¨, tampoco es deseable, que en busca de una postura ¨objetiva¨ se evite el involucramiento, la toma de posición.

La emergencia nacional es profunda, cada día se incrusta en la realidad de cada uno de nosotros, es imposible cerrar los ojos. Las noticias llegan a diario, de todas partes, la violencia refuerza sus posiciones en los estados, la muerte campea a plenitud.

El poeta Javier Sicilia había dicho que estas serían las elecciones de la ignominia, que tendríamos que elegir por cual cartel votar, era la unidad política nacional una necesidad impostergable, pero ésta se vio derrotada por la época electoral, por sus lógicas y su propaganda apabullante.

Todos los candidatos han fijado sus posiciones frente al conflicto, una ofrece continuidad en la guerra fallida, el otro ofrece importar espejitos ya rallados, uno más promete más mano dura y privatización de todo lo público para que el último, el más viejo de todos, ofrezca atender las causas del delito.

No sé cuál sea la solución definitiva para dicho problema pero es apabullante la ola de dolor que se despliga a lo largo del país, si bien todos los candidatos plantean acabar con el problema, los métodos son diferentes, por ende, las consecuencias.

Entonces, ¿Por qué no probar un nuevo enfoque?

jueves, 14 de junio de 2012

Avalar con el silencio.


No votar es elegir el silencio. Significa convalidar, en los hechos, el pasado, decir que en realidad, no fue tan malo y que queremos regresar a él; por mas sombrío y doloroso que haya sido.

 Es dar un cheque en blanco a los políticos, reconocer que estamos mal; sí, pero no tanto como para buscar un cambio. Decirles que pueden seguir actuando con plena impunidad porque, aun que la ciudadanía sepa,  lo tolera. 

 Votar en blanco es reconocer que como ciudadanos hemos perdido ante el dinero y la televisión, es ceder en la toma de decisiones a los poderes fácticos, esos que sí participan, que sí toman partido y que nada dejan al azar. 

 No votar es convalidar con la ausencia. Es dejar solos a quienes piden justicia. Es tolerar, implícitamente, las matanzas de Acteal, Aguas Blancas, el 68 y el Halconazo del jueves de Corpus.  Es decir que la reedición del pasado nos gusta, que ni Atenco, los nueve periodistas asesinados en Veracruz en lo que va del año o lo sucedido en la Guarderia ABC son suficientes para asumir la responsabilidad conjunta de poner un alto y buscar justicia. 

 No votar es brindar impunidad, a través de Enrique Peña Nieto, puntero en la mayoría de las encuestas, a Mario Marín, Ulises Ruiz, Humberto Moreira y demás responsables de la desgracia nacional, culpables tanto intelectuales como materiales.

miércoles, 13 de junio de 2012

Mister redacción.


La vida nos va poniendo en nuestro lugar con el paso del tiempo. Antes pensaba en ser escritor, de esos que con cada nuevo libro inventan un mundo, que crean vidas y amores con el avanzar de la pluma, pase unos años creyendo que era posible hacerlo pero hoy, ya no lo creo.

No sé por qué tengo esa tendencia a escribir en verso, no me gusta, no es práctica. No sé de qué puede servir terminar con rima cada oración o párrafo de una novela. Y tampoco quiero ¨explorar¨ el resultado de intentarlo, soy conservador, no me gusta lo moderno.

Desde que entre a estudiar Sociología mi capacidad de expresarme ha disminuido, antes tenia la audacia de escribir unos intentos de cuento corto, una o dos cuartillas, no más, hoy ya ni siquiera sé como iniciar. Mi ¨claridad explicativa¨ ha aumentado en detrimento de mi creatividad, ahora puedo explicar autores sin mucho problema, resulta que tengo talento para esos ensayos de corte académico en los que uno explica los pensamientos de los demás. Lo malo es que el público interesado en eso es poco y bueno, no los culpo, a veces es un poco aburrido pero sólo un poquito.

Abro el blog y no puedo, me vienen a la cabeza ideas pero no son para cuentos, mucho menos para novelas, son de ¨columnas¨ periodísticas , sobre política, de lo único que puedo hablar sin quedarme pasmado, en blanco. Pero ni en eso tengo éxito, si las leen, no pasa nada, ni un comentario. No sé si son buenas o malas, no sé si son, si existen, porque no provocan una respuesta el lector, simplemente están, ni para bien, ni para mal.

Y así es la vida de un intento de escritor, al que nadie lee, que no provoca nada y ese es el máximo fracaso, porque ni artista, escritor, ni mucho menos periodista, si bien me va seré un buen ensayista, de eso que cuando ya son viejos les llaman ¨intelectual¨;  que entienden a la perfección a los demás, de esos que hablan de Kant, Dilthey, Schleiermacher, y demás. 

Lo intente pero no puedo y si en algo creo es en saber reconocer la derrota, si es que el fracaso amerita ese nombre, porque por más que intento nadie se esfuerza, siquiera, en detenerme.

lunes, 4 de junio de 2012

Dos veces Milenio y una La Jornada


Después de un periodo de diversión es necesario volver a la realidad, por más dura y enfermiza que ésta sea. Se tiene que bajar de la nube para volver a pisar la tierra.

El fin de semana fue provechoso, comida que puso un alto a la monotonía culinaria, nuevos sabores y texturas que, a través de la lengua, te hacen saber que aún estás vivo, que aún puedes sentir cosas nuevas a pesar de la edad.
Salir a comprar el periódico en lunes es un derecho que raya en obligación, es menester hacerlo. Y así lo hice, me levante temprano y salí en busca de él, tome camino al quiosco de siempre pero estaba cerrado, ahora que recuerdo, en los ` últimos días no lo he visto abierto.

Tuve que ir al Sanborns cercano, entre y fuí directo a la zona de libros y revistas, me acerque al mueble, cogí La Jornada y me enfile a la caja para pagar. Delante de mi, formado también, estaba un señor trajeado, no tan mayor, tal vez rebasaba los treintas, con un ejemplar de Milenio Diario, luego estaba yo y tras de mi se apostó otro señor, este rozaba los cincuenta años, con otro ejemplar de Milenio. Menuda imagen dibujábamos los tres.
Cuando el primer señor y yo hicimos conciencia de tal situación decidimos mostrar las armas, ambos pusimos las respectivas fuentes de información sobre el mostrador de perfumería, buscando que cada una quedara a la vista del otro, encabezado contra encabezado, esgrimiendo un leve sonrisa.
Las diferencias eran obvias, tanto en el encabezado como entre nosotros, empresario exitoso contra comunista trasnochado, la consumación de un proyecto contra uno en pleno desarrollo, dos formas de ver la realidad. Dos formas de pensar a México.
La cajera nos cobro y ambos tomamos caminos diferentes, él a la cafetería, yo a mi casa a preparar el desayuno, durante el encuentro nadie hablo, todas las miradas eran de reojo, el contacto sólo fue informativo, una breve pugna de maneras de concebir al país, dos grupos sociales confrontados en una disputa de plumas y enfoques.
Ambos nos fuimos con el pecho inflado, como vencedores de la pugna silenciosa, esperando haber mostrado al otro cuán equivocado esta, esperando haber influido un poquito, mostrando al otro la unívoca verdad de nuestra realidad, la que compartimos, los dos, como mexicanos.