domingo, 23 de diciembre de 2012

Sobre el claxón.


Los mexicanos, tanto los contemporáneos como los antiguos, tenemos la tendencia de atribuir funciones a objetos que no fueron concebidos para el fin enjaretado. Por ejemplo, si clavamos un cuchillo, concebido originalmente para cortar u herir, debajo de un arbol espantamos la lluvia, no importa lo que diga el reporte del clima, el cuchillo todo lo puede y las nubes tienen que supeditarse a su mandato.

Caso similar al anterior es el claxón. Todos los automoviles vienen equipados con uno, un pitido fuerte y sostenido ayuda a prevenir accidentes a causa de una distracción, despavila al  obnubilado y despierta al desvelado. Pero el claxón es ahora , como todo, multisusos.

Por alguna extraña razón creemos que el ruido tiene la capacidad de desplazar cuerpos y agilizar conciencias, entre más fuerte y prolongado sea el pitido los coches delanteros se pondran en marcha más pronto, no importa que haya un choque, una descompostura, el claxón todo lo puede. 

Las calles han sido tomadas por burros, trompetas que anuncian la llegada de la comitiva real, y por un Tarzan omnipresente, el claxón se ha ido modificando, personalizando, el ruido es ahora propio, sirve como factor de diferenciación, junto con el auto, no define. Algunos, exagerando tal vez, dicen que denota la clase social. 

Todo por querer avanzar.

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