martes, 24 de abril de 2012

Para documentar nuestro optimismo.



Hay cosas que sólo el paso del tiempo nos permiten entender, la experiencia es el único medio para comprenderlas. Cuando era más pequeño leía con cierta indiferencia la sección Por mi madre bohemios, del maestro Carlos Monsivais que aparecía en la revista Proceso.

Leia con extrañeza esa selección de frases, acompañadas siempre de un comentario irónico de Monsivais, por demás chuscas y lamentables de los políticos mexicanos, me parecía que si bien no merecían aplausos tampoco ameritaban ser publicadas en dicho medio. Dentro de Por mi madre bohemios estaba Para documentar nuestro optimismo, la selección de la selección, que al leerla uno esbozaba una leve sonrisa y no de beneplácito sino que ante aquello, no quedaba más que sonreír de la pena.

Leyendo por la mañana el periódico La Jornada, mala costumbre heredada por mi madre, sentí que comprendía por vez primera, y a plenitud, el espíritu de Por mi madre bohemios. La columna de Pedro Miguel (aquí: http://www.jornada.unam.mx/2012/04/24/opinion/022a1mun ) hablaba de como el gobierno de Calderon había ido desmantelando y cediendo la soberanía en materia de impartición de justicia al vecino del norte. Ciertamente nunca había pensado que el proceso de impartición de justicia pudiera ser comprendido como parte de la soberanía de cualquier estado moderno.

Por si fuera poco, y no sin falta de argumentos, el autor pinta un panorama poco alentador en la materia. De ganar Enrique Peña Nieto las proximas elecciones presidenciales, el proceso de desmantelamiento del Estado mexicano, iniciado por Miguel de la Madrid en 1982, estará lejos de detenerse sino que continuara su profundización. Cediendo cada vez más esferas estratégicas a la iniciativa privada, Pemex como el principal articulo de remate del estado mexicano al gran capital extranjero, aunado al hecho de la perdida de soberanía no sólo en materia de justicia, sino también en la materia del auto gobierno de mexicanos para mexicanos. Dicen los clásicos que país que no es capaz de dictarse sus propias leyes no es soberano.

El próximo proceso electoral, tal vez como ningún otro, merece el epíteto de disyuntiva. Estará en juego no sólo el ocupante del ejecutivo federal sino el futuro del Estado mexicano y sus instituciones. Los mexicanos tenemos la decisión de continuar con el modelo, a riesgo de convertir al Estado mexicano en una mera gerencia del extranjero para los asuntos endémicos, o bien, poner un alto y repensar qué México queremos a futuro.

El panorama dibuja un andar sinuoso, un ascenso escarpado. De continuar así y si EPN se alza con la victoria el país, o lo poco que nos queda de él, se diluirá en nuestras manos. No queda más que, citando a Calderón, ser irracionales y mantener la esperanza de que la tendencia no se cumpla. 

Mientras no nos queda más que continuar con el acto tortuoso de continuar leyendo los periódicos para seguir documentando nuestro optimismo.


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